El poder de la bondad hacia uno mismo no es solo una idea, una noción positiva pero insustancial, que en realidad no cambia nada. La autocompasión es muy real y cuando calmamos nuestro dolor, apelamos al sistema de apego de los mamíferos. Éste tiene como una de las funciones más importantes la liberación de oxitocina, que los investigadores han bautizado como “la hormona del amor”, debido al importante papel que desempeña en las relaciones sociales. Por ejemplo, se segrega cuando los padres interactúan con sus hijos pequeños.
Un estudio descubrió que los niveles de oxitocina en mujeres embarazadas durante el primer trimestre precedían la intensidad del vínculo entre madre e hijo después del parto. Los investigadores también han demostrado que el aumento de los niveles de oxitocina incrementan, en gran medida, el sentimiento de confianza, paz, seguridad, generosidad y conexión, además de fomentar la capacidad de sentir cariño y compasión por uno mismo.
La autocompasión y la autocrítica en nuestro cerebro
La oxitocina reduce el temor y la ansiedad, y es capaz de contrarrestar el aumento de la presión sanguínea y de cortisol asociado al estrés. La droga conocida como éxtasis imita sus efectos, por lo que quienes la consumen afirman sentirse más relajados, cariñosos y comprensivos consigo mismos y con los demás en esos momentos.
Y dado que los pensamientos y las emociones ejercen el mismo efecto en el cuerpo, tanto si se dirigen a nosotros mismo como a los demás, la compasión hacia uno mismo podría ser un poderoso desencadenante de liberación de oxitocina.
Al parecer, la autocritica ejerce un efecto muy distinto en nuestro cuerpo. La amígdala es la parte más antigua del cerebro y está diseñada para detectar rápidamente las amenazas en el entorno. Cuando experimentamos una situación amenazante, se desencadena la reacción de lucha o huida, aumentando los niveles de cortisol, por lo que, con el tiempo, el aumento de esta hormona produce depresión.
Existen pruebas de que la bondad hacia uno mismo y la autocritica actúan de manera muy distinta sobre el funcionamiento del cerebro. Ser bueno y amable con uno se asocia con la activación del polo temporal izquierdo y la ínsula (zonas del cerebro asociadas con las emociones positivas y la compasión). En lugar de vernos a nosotros mismos como un problema que hay que resolver, la bondad nos permite tratarnos como seres humanos valiosos que merecen cariño.
Cuando experimentamos sentimientos cariñosos y tiernos hacia nosotros mismos, no solo cambiamos nuestra mente, sino también nuestro cuerpo. La bondad hacia nosotros mismos nos permite sentirnos seguros ante experiencias dolorosas y, así, dejar de reaccionar desde el miedo.